La auténtica espiritualidad: volver a jugar con la vida como un niño

 

El universo entero en una caja de cartón

 

Imagina una fiesta de cumpleaños.

Montones de regalos envueltos en papeles brillantes: muñecas que hablan, coches a control remoto, aparatos electrónicos con luces y sonidos.

Pero el más pequeño de la sala ignora todo eso. Corre hacia… la caja.

Se mete dentro, la convierte en cohete, en castillo, en escondite…

En sus manos, el cartón sin valor se transforma en un universo entero.

Ver estas cosas te hace pensar: si los niños están por edad más próximos al mundo de la Supermente

¿No es lógico plantear que su actitud y visión de la realidad nos da al menos una pista importante de cómo vivir el resto de nuestras vidas?

¿Y si la espiritualidad no tuviera nada que ver con alcanzar un estado místico lejano, sino con esa misma actitud?

¿Y si la verdadera meta no fuera “elevarse”, sino recuperar la libertad y la creatividad que de niños nos brotaba de manera natural?

 

El problema de la espiritualidad mal entendida

 

El problema es que esas ideas nos alejan del mundo como si la espiritualidad fuera un área de la realidad ajena a lo cotidiano y que requiere enormes complicaciones para llegar.

Pero ¿y si la espiritualidad significa no ir nosotros al “mundo espiritual”, sino más bien lo contrario: traer la magia de ese mundo a lo cotidiano?

Tres ejemplos claros:

  • El mito del esfuerzo sin fin: creer que la espiritualidad exige trabajar duro toda la vida para alcanzar un “nirvana” eterno.

  • La trampa del espectáculo: confundir la espiritualidad con experiencias momentáneas de éxtasis, voces o luces, que duran un instante y se desvanecen.

  • La agenda productiva: vivir la espiritualidad como si fuera un videojuego de niveles que superar, en lugar de una actitud cotidiana.

Estudios en psicología infantil muestran que lo que más necesitamos no es más complejidad, sino la capacidad de ver el mundo como lo hacíamos de niños: libres y creativos. (Fuente: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/icd.2186)

 

Volver como adultos a mirar el mundo como un niño

 

La espiritualidad auténtica no se alcanza en templos lejanos ni a base de sacrificios interminables. Ya está aquí, en tu vida diaria. El problema es que hemos olvidado cómo mirar adecuadamente el mundo cotidiano.

El niño que convierte una caja en castillo no necesita permiso ni instrucciones.

Reclama su autoría. Explora.

Vive con plenitud.

Y esa es la verdadera clave: volver a jugar.

No se trata de evadir la realidad, sino de transformarla con la mirada. Lo divino no está en otro plano inaccesible: está en el supermercado, en el atasco, en la conversación incómoda con tu jefe. En lo mundano, si aprendes a verlo con ojos creativos.

La espiritualidad es una actitud, no un destino. Es decidir vivir con curiosidad, asombro y libertad, sin esperar que alguien te dé un diploma de iluminación.

Si aplicas este enfoque, tu vida cotidiana se transformaría en:

  1. Un laboratorio de experimentos: en vez de temer los problemas, los verías como pruebas creativas. Cada error sería una pista para nuevas soluciones.

  2. Un escenario de juego: podrías convertir una rutina aburrida en una performance, como cantar mientras cocinas o improvisar una historia en el metro.

  3. Un campo de exploración: observarías lo que otros ignoran, desde los gestos de las personas hasta los pequeños detalles del entorno. Eso te daría frescura mental y energía.

  4. Un espacio de autoría: en lugar de repetir historias prestadas (“tengo mala suerte”, “la vida es así”), escribirías las tuyas propias, reconvirtiendo cada narrativa limitante en una oportunidad.

  5. Un reencantamiento del mundo: entenderías que lo que importa no es alcanzar un estado superior, sino recuperar la capacidad de ver lo cotidiano como extraordinario.

Aquí entra en juego la Sincronáutica: un método que enseña a leer y reescribir las narrativas con las que vivimos, para recuperar esa autoría perdida. No se trata de una teoría abstracta, sino de una brújula práctica que te permite redescubrir lo sagrado en lo ordinario.

Y sí, también tiene que ver con lo que muchos llaman manifestación. Pero no entendida como magia automática de “pedir y recibir”, sino como el acto consciente de crear nuevas realidades a través de tus palabras, símbolos y acciones.

Manifestar no es atraer milagros externos: es dar forma a tu mundo desde dentro, como el niño que convierte la caja en nave espacial.

Lo que vale la manifestar es un vida auténtica, propia y llena de sentido y posibilidades.

La espiritualidad auténtica no es otra tarea en tu agenda. No es un manual de autoayuda. No es una promesa lejana. Es una actitud que puedes recuperar hoy mismo, aquí y ahora.

 

Y si quieres profundizar en cómo aplicar este enfoque de manera clara y práctica en tu vida diaria TE REGALO mi libro «Sincronáutica, las 8 leyes para reescribir tu realidad»

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